Supongo que aprendí que la vida es demasiado corta para estar siempre triste, debía dejar ya ese agujero en el que me hundia constantemente. Debía salir a flote, tenía muchas mano dispuestas a levantarme, no sería todo sencillo pero poco a poco mi alma se iria recomponiendo. Como un barco que se hunde, y aveces logran sacarlo a la superficie, y eso es lo más importante, luego se reparan los desperfectos, aunque algunas partes siempre quedan dolidas. Debía aceptar ya que hay personas que entran para irse, y nunca más volver, pero yo sentía y sabía que no podía continuar sin él. Uno se acostumbra muy rápido a lo bueno, y como a los superheroes si les quitan sus poderes se derrumbarian y no sabrian continuar a mi me quitaron la persona que me daba el mejor poder, ME HACIA VOLAR. No podía asumir que ya no estaba, tampoco quería. Me había acostumbrado a sus abrazos en los que parecía querer cogerme para nunca más soltarme. No podía dormir sin sus buenas noches, ni despertar sin sus buenos días. Una noche no es lo mismo sin su voz, sin mis enfados, su manera de hacerme rabiar y la manera de perdonarle en el que me ganaba un poco más. Pero todo se acaba, siempre me lo dijeron y siempre lo tube presente hasta que apareció él y deje de pensar en el mundo, me encerre en mi universo que estaba lleno de felicidad y cerre los ojos. Nunca los había tenido cerrados por la vida, pero en ese tiempo olvide las cosas malas, las preocupaciones, los engaños, me centre en él, en mí, en nosotros. Quizás fue egoista pero no os preocupeis la vida te hace pagar tus errores, mi error fue encerrarme en aquel maravilloso mundo, que poco a poco se fue apagando y me dejo algo más doloroso, los recuerdos.
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